LA CINTA BLANCA
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Parece ser que sí, que el cine existe todavía, que aún se filman joyas que ya son clásicos. Es el caso de "La cinta blanca" dirigida por el realizador alemán Michael Haneke y que por cierto, fue la ganadora de la Palma de Oro en Cannes el año pasado 2009. Además, ha ganado el Globo de Oro a la mejor película extranjera y ha sido premiada en San Sebastián. Se trata de una inquietante reflexión sobre el autoritarismo familiar, el fanatismo religioso, el poder y la culpabilidad en la que se adivina el origen del fascismo. Los hechos transcurren en un pueblo alemán en el que, en 1913, empiezan a ocurrir extraños sucesos, en apariencia, castigos rituales.
El ritmo de la película es lento, pero justificadamente lento. Las dos horas y media de metraje se me pasaron volando. Otro dato a su favor es que Haneke no muestra, sugiere; muchas de las acciones importantes en la trama suceden tangencialmente, en un rincón de plano secuencia y eso le da más objetividad al guionista, que en ningún momento juzga lo que sucede.
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No seguir leyendo si no se ha visto la película
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Poco importa cuál sea el responsable o los responsables de esos misteriosos asesinatos porque todo eso no es más que un pretexto para mostrarnos una sociedad podrida y cancerizada por el odio y la envidia. De todos modos el espectador se queda con la sensación de que los niños hayan sido los asesinos y los responsables de los extraños accidentes que se producen. En ese sentido uno recuerda a otras películas en las que niños y niñas realizan actos violentos como Los niños del maiz, El señor de las moscas o la española ¿Quién puede matar a un niño?
Pero también el espectador piensa que el dictatorial pastor del pueblo haya instigado esos sucesos, obligándo a sus hijos a realizar tales actos, amparado en la necesidad de castigar a aquellos que realizan actos pecaminosos, como es el caso del médico, sobre el que recaen algunas de esas acciones violentas.
El guión, la trama, los diálogos... además de ser muy originales, están muy bien elaborados. Vean esta película, no tiene desperdicio. No tiene nada que ver con el insoportable cine-espectáculo que tanto inunda los medios de comunicación y en los que sólo abunda el efecto digital, careciendo de trama, de historia.
Ciertamente, el buen cine, existe todavía.