Hoy, publican esto en El Diario Montañés
http://www.eldiariomontanes.es/v/20110220/cultura/poesia/pesa-poesia-20110220.html _Lo que pesa la poesía
La Semana de las Letras llenará las calles o los mercados de versos. Por ello, cuatro creadores cántabros muestran su visión sobre la lírica y la salud cultural de la región.
20.02.11 - 00:01 - GUILLERMO BALBONA/ GEMA MARTÍNEZ
_Lo cierto es que la necesidad de escribir está en mi vida, forma parte de ella como el comer o el respirar y, como tal, no precisa 'reclamar' su espacio, sencillamente brota, colándose por cualquier resquicio; y me sucede entonces que me descubro, digan lo que digan las agendas, a una hora imprevista, en cualquier insólito lugar, colgada de un lápiz casi sin haberlo decidido». Lo que expresa la poeta santanderina Ana Teja de Juana es un Estado de la escritura, un Gobierno emocional que conjuga vivencia, reflexión e instinto. Su hecho diferencial es la palabra. Desde la atalaya de las lecturas, desde las tribunas y publicaciones, uno se asoma al panorama poético y la pluralidad aquí sí es infinita. En poesía hace ya tiempo que manda la diversidad. También en Cantabria. La creación es prolífica, variada y abierta. Si estamos en un tiempo poético abonado por azarosas circunstancias y alentado por la necesidad de ser escuchado; o propicio para la soledad sonora y el combate al ruido global desde la privacidad; si la curiosidad y el profuso eclecticismo creativo es una respuesta a la crisis serán los estudiosos, antólogos y críticos quienes fundamenten, encorseten y diseccionen esta realidad fugaz, pasajera o reveladora de nuestros días. Lo cierto es que el universo de voces diferentes quizás existió siempre pero ahora es más notorio, público, patente. La Semana de las Letras, segunda propuesta de la nueva Fundación Santander Creativa que arrancó ayer y ofrecerá ocho días intensos cargados de literatura, hace hincapié en el mejor legado que dejó la fallida candidatura de 2016: el latido urbano, el acercamiento a la calle, la profusión de actividades, una agenda cultural más diversificada, descentralizada y menos institucional. La poesía vertebra la mayor parte de las actividades que se sucederán en los próximos días, pero sobre todo el ánimo de llevar la escritura a la calle, de insertar la voz poética en el hábitat de lo cotidiano. «Lo que escribo está en íntima conexión con lo que vivo», dice Ana Teja. Ella, junto a Vicente Gutiérrez, Pablo Escribano y Maribel Fernández Garrido participan en alguna de las actividades que integran el programa de esta Semana coordinada por otro poeta Marcos Díez, autor de 'Puntos de apoyo' de reciente publicación.
Estas cuatro voces representan un ejemplo vivo de esa pluralidad creativa, del pálpito de versos como exponentes de individualidad, deseos de comunicación y necesidad de expresión. Posan en el Mercado de la Esperanza, entre embutidos y casquería, aunque lo suyo es el desnudo integral de la palabra, las tripas de la escritura.
Cargan con naturalidad con el peso de la tradición, huyen de las etiquetas, priman la exploración de su yo más íntimo y prevalece en ellos un compromiso ético con la palabra y un tono de normalidad poética cotidiana. Más que twitear, tutean a las nuevas tecnologías pero sin excesos, como herramientas no más importantes que un lápiz y un papel. Conviven con otros lenguajes y a la hora de definir su concepción poética mezclan sin trascendencia ni retórica palabras como libertad, verdad, sinceridad con juego, escuela y calle. Hay quienes recurren al rap, al surrealismo, al espacio sereno y silencioso. Los hay vinculados a colectivos, a talleres y aulas. También coexisten francotiradores y caza recompensas de la palabra. La Semana de las Letras refleja y aglutina esta corriente de vitalidad autoral. Pero también es reflejo de una realidad: rara es la semana que no se presenta un poemario; los ciclos de autores, temáticos o no, son recurrentes citas de programas y convocatorias y hay centros culturales y escénicos, desde la librería Gil al Café de las Artes, Espiral, del Museo de Bellas Artes a galerías como Del Sol St. o a centros como Eureka, donde la poesía toma los espacios.
Abiertos a lo urbano, el 'collage' creativo de estas voces, nacidas en los setenta y ochenta, está hecho sin colisión de aventura y reflexión, de experiencia y emoción. Pasan de banderas, grupúsculos y facciones. Militan en lo cercano, entre las lecturas y la calle, y se sirven de Internet como herramienta natural pero la voz personal y la autenticidad del poema son su prioridad.
_ Los versos salen a la calle
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Los cuatro autores están de acuerdo en señalar que la oferta cultural en Santander -y en Cantabria- no es suficiente. Vicente Gutiérrez va más lejos y apunta que «la razón de que la capital de la región no tenga el tirón cultural de otras ciudades españolas puede ser la ausencia de una facultad de Letras». Pablo Escribano puntualiza que se dedica a la enseñanza -es profesor de Lengua y Literatura en el I.E.S Marismas en Santoña- y que «mientras la escuela esté carente de recursos, estaremos invirtiendo mal, porque el aula es un primer contacto con la cultura y otras disciplinas enriquecedoras».
Respecto a iniciativas como la que organiza esta semana la Fundación Santander Creativa, lo tienen claro, ayudará a mejorar la oferta cultural de la región, sin embargo Escribano duda de su continuidad. En una línea parecida se expresa Gutiérrez quien esgrime que «tal vez habría que preguntarse si existe o no una gran demanda cultural por parte de la ciudadanía». Como contraste, Maribel Fernández, autora de 'Estación Terminus' (Kattigara), apunta que «las cosas se van haciendo poco a poco, porque antes todo este tipo de ofertas era más 'underground', se organizaban en 'petit comitè' y ahora se van abriendo un sitio».
Para la más joven del grupo, Ana Teja, licenciada en Filología Hispánica y que en 2006 publicó su poemario 'Con el alma al cuello', una de las mejores cualidades de la Semana de las Letras es «acercar la poesía a la calle porque es una buena manera de desmitificarla». Si en algo más están de acuerdo estos cuatro creadores es en la mala fama que tiene su profesión, Maribel Fernández apunta que «nunca se ha potenciado, desde la escuela, que el niño o el adolescente experimente sus propios sentimientos a través de la poesía que lee y lo mejor sería que la gente no se obsesione con el qué quiere decir sino, simplemente, dejar que los versos fluyan y que le arranquen el sentimiento que sea», a lo que Ana Teja añade que «esa desmitificación no debería ser sólo para la lectura, sino también como acto de creación de unas mentes privilegiadas». Vicente Gutiérrez añade, además, que «los poetas parecen ser personas que tienen que mostrarte una verdad y no es así. Para mí la poesía es un juego y creo que lo que pasa es que la sociedad actual ha perdido la capacidad de jugar».
Pablo Escribano y Vicente Gutiérrez también coinciden en señalar cuál es la mejor receta para mejorar la salud cultural de la sociedad, y como explica el primero «cuando nuestra sociedad haga todo el esfuerzo para tener la mejor educación posible, es probable que no haga falta preocuparse institucionalmente por la cultura, porque brotará y se regará sola», algo con lo que Ana Teja está de acuerdo: «Lo fundamental para la 'salud cultural' es que la gente reivindique su papel 'agente' (en lugar de ser mera 'consumidora de cultura'), se agrupe, se autoorganice, comparta..., que no solo 'pida' lo que quiere, sino que se 'remangue' para construirlo». Por su parte, Vicente Gutiérrez añade que «hay que eliminar el concepto actual, caduco, elitista y rancio que se tiene del artista, que no es un ser que deba transmitir verdades absolutas. Todos podemos crear y debemos recuperar esa capacidad de jugar para ser más libres no sólo para crear sino para disfrutar más de lo que hagan los demás».
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Desmitificar la poesía
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Pero, ¿con qué rima la poesía del siglo XXI? Vicente Gutiérrez -ganador del Premio José Hierro en 1996- cree que «con el deseo de libertad, con la materialización de la poesía por todos y sobre todo en contribuir a la guerra social, mediante la práctica y la experimentación surrealista del poema, que sólo puede entenderse como forma de guerrilla contra el lenguaje de los amos, es decir, contra las fuerzas retrógradas del lenguaje sistémico de los dueños del mundo». Escribano lo tiene claro: «rima con la verdad». Maribel Fernández -Doctora en Geografía- prefiere hablar de retos y asegura que el de la poesía es que «pierda sus complejos». Ana Teja no lo duda: «Más que nunca, con esa mirada global que, a través de la vivencia subjetiva, nos reconecta con lo 'común humano'».
Llevar la poesía a la calle requiere otros escenarios. Vicente Gutiérrez considera que está «en cada hallazgo, en cada coincidencia, en cada pintada, en cada papel pintarrajeado, en cada objeto encontrado en la calle». Pablo Escribano opta por la acción: «Los que van a estar mañana en la calle están ahora en la escuela. A ellos hay que llevarles urgentemente la poesía. Para que mañana la calle esté llena». Ana Teja es práctica y visualiza su propuesta: «Pintándola en las paredes, los bancos, las farolas..., haciéndola sonar en la radio de los autobuses, incluyéndola en el reverso del tique de la compra o en el papel con que nos envuelven el pan... y, sobre todo, 'desmitificándola', compartiendo su hallazgo como compartimos el de una buena canción, una buena película o una nueva cafetería». Finalmente, Fernández Garrido, autora de un poemario que ha sido publicado simultáneamente en libro y en la red, recuerda que en Santander hay desde hace años unos cuantos grupos de poetas muy activistas en ese sentido, que han llevado los recitales de poesía a los bares, las tiendas, incluso las aceras... «Hay que acercarse a los lugares que transita la gente, desmitificar este mundo, hacerlo accesible y menos amenazante. Todos llevamos algo de poesía dentro, sólo hay que removerlo para que aflore», matiza.
El poeta Vicente Gutiérrez, licenciado en Matemáticas por la Universidad de Cantabria y profesor en el Centro de Adultos de Santander- está convencido de que la poesía no puede compartimentarse. «Quizá las etiquetas sean necesarias para el estudioso tradicional, para el rancio académico, para el prudente entomólogo y para toda esa caterva de críticos pedantes que viven de ello construyendo una historicidad literaria a su antojo, escogiendo una única tradición». Autor de singulares poemas-collages cree que «cada poeta debe mostrar su individualidad, aunque el juego poético debe concretarse también a nivel colectivo, coordinando la libertad de cada uno y la acción común. Actualmente me identifico con ciertos poetas que participan de la aventura del surrealismo».
Su definición de poesía es diáfana: «No debe estar sujeta a ninguna ideología que la encorsete. La poesía es ante todo el emplazamiento en el que el lenguaje logra conquistar sus utopías, y ejercer su innegociable libertad». Entiende al poeta como «un guerrero lingüístico pero también como un ser en acción, como un rebelde que participe de un movimiento general que libere al hombre del capitalismo de espíritu en el que estamos apresados». Combativo asegura que el poema «es un arma de emancipación mental y también de liberación del hombre en lo social; un arma llena de delirio, de contradicciones». Y, concluye «nos ayudará alcanzar ese estado total de crisis que siempre ha demandado el surrealismo».
Por su parte, Pablo Escribano -que publicará el mes que viene su poemario 'Cuaderno de Sai Gón' con el Desvelo Ediciones- afirma que «los versos son las armas de los que han renunciado a llevar navaja». Por ello, «esas armas» sirven al poeta para «explicar lo que hay de verdad», matiza Escribano. Para él la creación poética «conjuga lo que se quiera, siempre y cuando uno se comprometa con lo que escribe». Y ese acuerdo requiere «introspección y cierto compromiso ético». Como profesor ve en las aulas la mejor manera de acercar las letras a los más jóvenes, por ello, añade que «lo importante en poesía es leerla, escribirla y enseñarla».
Maribel Fernández no duda al afirmar que «la poesía es experiencia y reflexión, acción y reacción. Pero al mismo tiempo tiene algo de instintivo, un eco del sistema límbico de nuestro cerebro». Por ello, cree que es útil «dejar en un segundo plano la mente reflexiva, para que hable el plano emocional». Esa importancia de los sentimientos se reconocen en sus poemarios. Afirma que en el día a día, encuentra la base de sus composiciones porque «la escritura se alimenta de lo cotidiano» y reconoce también la capacidad transgresora de los versos pues «muchas veces se escribe para traspasar barreras y reacciones».
Después de doce años en la «diáspora» que ha supuesto su formación, Ana Teja ha regresado hace poco a la tierra que la vio nacer: Cantabria. Admite que en el acto creador de la poesía, cada uno debe ser fiel «a sus propias entrañas» y esa filosofía se nota en la forma personal que tiene esta filóloga en recitar sus composiciones, empapadas de su experiencia vital como ella misma reconoce. Su voz se llena de fuerza cuando expresa qué siente a través de los versos, pues para ella, la poesía es «ese acto irrepetible de co-creación entre una persona irrepetible que llamamos autora y otra persona irrepetible que llamamos receptora».
«Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio» dijo Lorca. Una intriga que estas cuatro voces desentrañan en sus versos para reflejar lo que sienten y lo que viven. Unos sentimientos que ellos, como autores, quieren acercar a todo el público. La Semana de las Letras supone la plataforma idónea para acabar con la visión elitista de la creación poética y aproximarla al sentir de la calle. Y así, la poesía será ligera y todo aquel que quiera podrá compartir, a viva voz, sus percepciones sobre el mundo.