lunes, 26 de octubre de 2009

COLUMNA 63

COLUMNA
-
He aquí la columna que me publicaron la semana pasada, sobre un tipo de gripe muy peculiar...
_
La gripe F

Hay una nueva gripe en la ciudad, una gripe de la que tal vez no se hagan eco los medios de comunicación. Hablo desde la experiencia del que la ha padecido. Pero no se alarmen, es una gripe inofensiva, creo. El caso es que llevo unos días encontrándome mal, bastante mal. Pensé en la Gripe A, algo inevitable dada la alarma levantada por la televisión.
Alarmado, comparé los síntomas que he padecido con los que provoca la célebre Gripe A y nada, no coinciden. Estos síntomas son, en líneas generales los siguientes: primeramente dolor en la garganta seguido de dos días de mucosidad y congestión nasal, todo ello aderezado con cierto dolor en los ojos y varios días de fiebre no muy alta. Durante ese periodo reconozco que me acojoné. Tengo la Gripe A, pensé. Pero no. Lo he descartado por completo. Es que no doy una; uno ya no coge ni siquiera una gripe famosa. De todos modos no me acabo de enterar de qué demonios es eso de la gripe A.
Pero el otro día, haciendo uso del funicular del Río de la Pila de Santander, escuché a dos mujeres hablar. Una de ellas le describía a la otra sus malestares; eran los mismos que los míos. Por otro lado, varios conocidos míos –usuarios asiduos del funicular- me describieron molestias similares. Tras darle muchas vueltas al tema llegué a la conclusión de que he padecido un tipo de gripe singular, aún no catalogada, que las potencias internacionales han pasado por alto y que tal vez haya producido más muertos que la gripe estacionaria, quién sabe; una pandemia que yo he dado en denominar gripe F, es decir: la gripe contagiada en el funicular de Santander.
Todo santanderino ya conoce el funicular –también llamado ascensor- en cuestión. El cacharro es una mezcla de urna gigante, solarium desmontable y cámara de vacío en el que caben unas 20 personas apretujadas. Los días calurosos y soleados se convierte en una sauna móvil y los días otoñales de insistente lluvia en un acuario humano. Por no mencionar la posibilidad de quedarte atrapado en su interior. Un lugar ideal para contagiarse de cualquiera enfermedad vírica, en especial de la gripe F.
Qué triste es tener que conformarse con una gripe doméstica, comarcal, -intuyo que incluso vecinal- como la gripe F. Por suerte creo que ya estoy recuperado.
Aprovecho para lanzar desde aquí una súplica a todos aquellos que crean estar contagiados por la temible Gripe A para que no peten el funicular.

sábado, 10 de octubre de 2009

COLUMNA 62

COLUMNA
_
Hoy me publican esta columna sobre un amigo que no se llama Andrés...
_

Andrés
_
Paseo con mi amigo Andrés por la playa; la playa siempre es fascinante, a cualquier época del año. Andrés estudió conmigo en la universidad. Es, por lo tanto, licenciado, pero no ha encontrado aún trabajo estable, ni siquiera algo relacionado con sus estudios, cosa que le desespera.
Andrés está cansado de trabajos esporádicos que no le gustan. Actualmente trabaja en un quiosco. Hoy le encuentro tranquilo y afable aunque un poco desbarajustado.
Andrés es de una lucidez asombrosa. Nos descalzamos, remangándonos las perneras de los pantalones para sumergimos en el mar hasta las rodillas e iniciar así un largo paseo, junto al tranquilo océano. Mi amigo Andrés es el pesimismo analítico y apenado. Más lírico que firme. Más épico que estoico. Le conozco tan bien…
Hoy Andrés se ha puesto melancólico. «¿Te acuerdas?» -me dice- «cuando éramos felices comiendo un simple bocadillo de Nocilla ahí en la orilla» Yo asiento y él sigue hablándome: «Cuando las tardes de verano duraban una eternidad, cuando esperábamos durante horas, ansiosos y felices, haciendo la digestión para poder bañarnos» No le contesto. No le digo nada pero, claro que me acuerdo, Andrés. Tanto como tú. Los veranos me enfrentan cada vez más a lo que fui.
Andrés, en su conversación, me repite cosas que ya me ha dicho en otras ocasiones. Esto me pasa con casi todos los amigos que se ponen melancólicos. La melancolía implica repetición, insistencia, reanudación. Llega un momento en que los amigos te repiten las cosas porque quizá ya no tengan nada nuevo que decirte. Me desconcierta siempre, ignoro por qué, la melancolía en los amigos.
La playa está tendida y entregada. Es nuestra. (Más bien, fue nuestra) Hay un agasajo del agua en nuestros pies, luz ya otoñal que es lo que nos lleva y nos trae del presente al pasado, del pasado al presente. Hemos llegado ya a un extremo de la playa. Nos detenemos ante un inmenso acantilado. Andrés ha enmudecido como si el hecho de que tocara dar la vuelta implicara callarse y tras un largo rato me dice: «¿Recuerdas lo mucho que duraban los días de verano de la infancia?»
Sin duda, Andrés ha hecho de la melancolía una gran orfebrería. Damos media vuelta y comenzamos a desandar el camino recorrido. Él dirige su mirada al horizonte y musita, casi para sí: «Lo echo mucho de menos, tío… cuando todo me llenaba, cuando no tenía preocupaciones, cuando era, cuando era… putamente feliz»

martes, 6 de octubre de 2009

CITA 8

FRANCISCO UMBRAL
_
"Dice José Pla que las revoluciones no valen para nada. Las contrarrevoluciones tampoco. Todos sabemos -bueno, unos cuantos- dónde está el bien, la justicia, la paz, al menos a niveles generales y cívicos. (El estercolero individual ya es otra cosa.) Pero casi nadie lucha por lograr eso, y de ese casi nadie, hay que descontar otro casi nadie que no acierta nunca, que lucha mal. Queda un mínimo de hombres certeros, siempre interferidosp or los torpes o los asesinos congénitos. Qué asco"
:
En "Diario de un escritor burgués", Ediciones Destino. Colección Áncora y Delfín, Vol. 534.