COLUMNA
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He aquí la columna que me publicaron la semana pasada, sobre un tipo de gripe muy peculiar...
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La gripe F
Hay una nueva gripe en la ciudad, una gripe de la que tal vez no se hagan eco los medios de comunicación. Hablo desde la experiencia del que la ha padecido. Pero no se alarmen, es una gripe inofensiva, creo. El caso es que llevo unos días encontrándome mal, bastante mal. Pensé en la Gripe A, algo inevitable dada la alarma levantada por la televisión.
Alarmado, comparé los síntomas que he padecido con los que provoca la célebre Gripe A y nada, no coinciden. Estos síntomas son, en líneas generales los siguientes: primeramente dolor en la garganta seguido de dos días de mucosidad y congestión nasal, todo ello aderezado con cierto dolor en los ojos y varios días de fiebre no muy alta. Durante ese periodo reconozco que me acojoné. Tengo la Gripe A, pensé. Pero no. Lo he descartado por completo. Es que no doy una; uno ya no coge ni siquiera una gripe famosa. De todos modos no me acabo de enterar de qué demonios es eso de la gripe A.
Pero el otro día, haciendo uso del funicular del Río de la Pila de Santander, escuché a dos mujeres hablar. Una de ellas le describía a la otra sus malestares; eran los mismos que los míos. Por otro lado, varios conocidos míos –usuarios asiduos del funicular- me describieron molestias similares. Tras darle muchas vueltas al tema llegué a la conclusión de que he padecido un tipo de gripe singular, aún no catalogada, que las potencias internacionales han pasado por alto y que tal vez haya producido más muertos que la gripe estacionaria, quién sabe; una pandemia que yo he dado en denominar gripe F, es decir: la gripe contagiada en el funicular de Santander.
Todo santanderino ya conoce el funicular –también llamado ascensor- en cuestión. El cacharro es una mezcla de urna gigante, solarium desmontable y cámara de vacío en el que caben unas 20 personas apretujadas. Los días calurosos y soleados se convierte en una sauna móvil y los días otoñales de insistente lluvia en un acuario humano. Por no mencionar la posibilidad de quedarte atrapado en su interior. Un lugar ideal para contagiarse de cualquiera enfermedad vírica, en especial de la gripe F.
Qué triste es tener que conformarse con una gripe doméstica, comarcal, -intuyo que incluso vecinal- como la gripe F. Por suerte creo que ya estoy recuperado.
Aprovecho para lanzar desde aquí una súplica a todos aquellos que crean estar contagiados por la temible Gripe A para que no peten el funicular.
Hay una nueva gripe en la ciudad, una gripe de la que tal vez no se hagan eco los medios de comunicación. Hablo desde la experiencia del que la ha padecido. Pero no se alarmen, es una gripe inofensiva, creo. El caso es que llevo unos días encontrándome mal, bastante mal. Pensé en la Gripe A, algo inevitable dada la alarma levantada por la televisión.
Alarmado, comparé los síntomas que he padecido con los que provoca la célebre Gripe A y nada, no coinciden. Estos síntomas son, en líneas generales los siguientes: primeramente dolor en la garganta seguido de dos días de mucosidad y congestión nasal, todo ello aderezado con cierto dolor en los ojos y varios días de fiebre no muy alta. Durante ese periodo reconozco que me acojoné. Tengo la Gripe A, pensé. Pero no. Lo he descartado por completo. Es que no doy una; uno ya no coge ni siquiera una gripe famosa. De todos modos no me acabo de enterar de qué demonios es eso de la gripe A.
Pero el otro día, haciendo uso del funicular del Río de la Pila de Santander, escuché a dos mujeres hablar. Una de ellas le describía a la otra sus malestares; eran los mismos que los míos. Por otro lado, varios conocidos míos –usuarios asiduos del funicular- me describieron molestias similares. Tras darle muchas vueltas al tema llegué a la conclusión de que he padecido un tipo de gripe singular, aún no catalogada, que las potencias internacionales han pasado por alto y que tal vez haya producido más muertos que la gripe estacionaria, quién sabe; una pandemia que yo he dado en denominar gripe F, es decir: la gripe contagiada en el funicular de Santander.
Todo santanderino ya conoce el funicular –también llamado ascensor- en cuestión. El cacharro es una mezcla de urna gigante, solarium desmontable y cámara de vacío en el que caben unas 20 personas apretujadas. Los días calurosos y soleados se convierte en una sauna móvil y los días otoñales de insistente lluvia en un acuario humano. Por no mencionar la posibilidad de quedarte atrapado en su interior. Un lugar ideal para contagiarse de cualquiera enfermedad vírica, en especial de la gripe F.
Qué triste es tener que conformarse con una gripe doméstica, comarcal, -intuyo que incluso vecinal- como la gripe F. Por suerte creo que ya estoy recuperado.
Aprovecho para lanzar desde aquí una súplica a todos aquellos que crean estar contagiados por la temible Gripe A para que no peten el funicular.