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Hoy me publican en "El Mundo Hoy en Cantabria" esta columna que trata sobre las vacas del Cow Parade.
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Vacas
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Llenaron las calles de Madrid de vacas; vacas de fibra de vidrio que sirvieron como lienzos tridimensionales a artistas reconocidos y ciudadanos anónimos. Las hay de todo tipo: con las vísceras dibujadas por afuera, pintadas con diferentes texturas animales, fabricadas con briks, forradas con partituras de la canción de la vaca lechera... Creo que lo llaman Cow Parade y que recorre todo el planeta.
Pero claro, durante el tiempo que han estado expuestas por las principales calles de la capital se han ido multiplicando los actos vandálicos de los que los medios de comunicación no tardaron en hacerse eco con titulares como: “Vandalismo contra las vacas del Cow Parade“. En algunos casos las obras aparecieron grafiteadas, a otras las mutilaron e incluso se dio algún sorprendente caso de robo. También hubo una muestra similar en Bilbao donde sufrieron vejaciones similares y se cuenta que más de una acabó en la Ría (aunque eso son sólo rumores)
Todo eso avivó el debate de si en España somos menos cívicos que en otros países ya que en muchas ciudades del extranjero como Bruselas a nadie le dio por agredirlas. Lo cierto es que estas vacas se han expuesto en decenas de urbes y han tenido problemas con el gamberrismo en muchas de ellas.
No sé qué instituciones u organismos están detrás de este proyecto pero me da a mí que más que de arte se trata de un estudio sociológico secreto e itinerante sobre el nivel de salvajismo de cada ciudad y el grado de urbanidad de sus ciudadanos.
Por el Norte recibimos esos hechos con irritación hinduista. Para los cántabros toda vaca -incluso la de cartón piedra- es ya inconscientemente un fetiche cultural de nuestro tiempo y de nuestra región. Me quedo con la curiosidad de qué habría ocurrido si las hubieran colocado en Santander o Torrelavega.
Por otro lado sorprende la indignación de muchos ciudadanos ante estos destrozos, así como el hecho de que algunos medios calificaran esos actos de “terrorismo callejero” cuando en nuestro país a día de hoy, públicamente, se arponea, desgarra y tortura con total impunidad a toros vivos y aquí no pasa nada.
Ustedes verán pero yo me quedo con las vacas vivas, pausadas pero vivas, de mi tierra. De la vaca de fibra de vidrio obtengo una fascinación esterilizada, un encandilamiento sin olor. De la vaca viva obtengo una plenitud campestre y ancestral que arrastra los perfumes de todas las civilizaciones.
Pero claro, durante el tiempo que han estado expuestas por las principales calles de la capital se han ido multiplicando los actos vandálicos de los que los medios de comunicación no tardaron en hacerse eco con titulares como: “Vandalismo contra las vacas del Cow Parade“. En algunos casos las obras aparecieron grafiteadas, a otras las mutilaron e incluso se dio algún sorprendente caso de robo. También hubo una muestra similar en Bilbao donde sufrieron vejaciones similares y se cuenta que más de una acabó en la Ría (aunque eso son sólo rumores)
Todo eso avivó el debate de si en España somos menos cívicos que en otros países ya que en muchas ciudades del extranjero como Bruselas a nadie le dio por agredirlas. Lo cierto es que estas vacas se han expuesto en decenas de urbes y han tenido problemas con el gamberrismo en muchas de ellas.
No sé qué instituciones u organismos están detrás de este proyecto pero me da a mí que más que de arte se trata de un estudio sociológico secreto e itinerante sobre el nivel de salvajismo de cada ciudad y el grado de urbanidad de sus ciudadanos.
Por el Norte recibimos esos hechos con irritación hinduista. Para los cántabros toda vaca -incluso la de cartón piedra- es ya inconscientemente un fetiche cultural de nuestro tiempo y de nuestra región. Me quedo con la curiosidad de qué habría ocurrido si las hubieran colocado en Santander o Torrelavega.
Por otro lado sorprende la indignación de muchos ciudadanos ante estos destrozos, así como el hecho de que algunos medios calificaran esos actos de “terrorismo callejero” cuando en nuestro país a día de hoy, públicamente, se arponea, desgarra y tortura con total impunidad a toros vivos y aquí no pasa nada.
Ustedes verán pero yo me quedo con las vacas vivas, pausadas pero vivas, de mi tierra. De la vaca de fibra de vidrio obtengo una fascinación esterilizada, un encandilamiento sin olor. De la vaca viva obtengo una plenitud campestre y ancestral que arrastra los perfumes de todas las civilizaciones.