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He aquí la sentida columna que dedico al bueno de Manuel Arce, a quien admiro y aprecio muchísimo.
_Consejo Social
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Esta semana se presenta en el Paraninfo de la Universidad el tomo doble que recopila las obras galardonadas con los Premios de Poesía y Narración Breve del Consejo Social de la Universidad de Cantabria entre los años 1989 y 2007.
Nunca me cansaré de destacar la importancia de un certamen literario como éste, que ha servido de trampolín a tantos escritores; más de 70 obras de poetas y narradores de la talla de Marián Bárcena, Regino Mateo, Marc R. Soto o Javier Menéndez Llamazares -quien por cierto acaba de publicar su primera y muy recomendable novela El método Coué, en la editorial Funambulista- han ido apareciendo en la colección literaria que el Consejo Social lleva editando desde 1989.
Conozco a muchos escritores en activo que empezaron a escribir al iniciar sus estudios y que continuaron haciéndolo impulsados precisamente por haber sido premiados en este certamen y ver publicadas sus creaciones. Otro aspecto a tener en cuenta es el de haber provocado un efecto aglutinante ya que ha permitido que muchos creadores nos conociéramos en persona y no sólo en el papel.
Varias generaciones hemos escrito, hemos creado, alumbrados por el estimulante fanal del Consejo Social. Y debo mencionar a Manuel Arce, el creador e impulsor de este concurso.
Recuerdo que hace 10 años acudí al Consejo Social para recoger las copias de un poemario mío que había quedado finalista. Aquel día parecía no haber nadie por allí pero no tardó en aparecer un hombre trajeado y cordial que me invito a pasar a su despacho. Entonces le dije que quería recoger una obra no premiada. Me la entregó y con gran cercanía me habló muy positivamente de ella; charlando con él pude comprobar que vivía la poesía y que no estaba ante el típico burócrata de la literatura. Me animó a seguir escribiendo y a presentarme a futuras convocatorias. Poco después supe que se trataba de Manuel Arce, al que no conocía en persona pero del que sí conocía algunas de sus novelas y parte de su obra poética, además de poseer algunos números de la revista poética que creó, La isla de los ratones y otros libros publicados bajo su sello.El mundo de la literatura necesita, sin duda, personas como él. Concursos como el que creó, por ejemplo, son esenciales, sobretodo en una universidad como la nuestra, que adolece de falta de estudios de filología reglados. Esperemos que el Consejo Social, pues, siga aportándonos nuevas voces.
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Esta semana se presenta en el Paraninfo de la Universidad el tomo doble que recopila las obras galardonadas con los Premios de Poesía y Narración Breve del Consejo Social de la Universidad de Cantabria entre los años 1989 y 2007.
Nunca me cansaré de destacar la importancia de un certamen literario como éste, que ha servido de trampolín a tantos escritores; más de 70 obras de poetas y narradores de la talla de Marián Bárcena, Regino Mateo, Marc R. Soto o Javier Menéndez Llamazares -quien por cierto acaba de publicar su primera y muy recomendable novela El método Coué, en la editorial Funambulista- han ido apareciendo en la colección literaria que el Consejo Social lleva editando desde 1989.
Conozco a muchos escritores en activo que empezaron a escribir al iniciar sus estudios y que continuaron haciéndolo impulsados precisamente por haber sido premiados en este certamen y ver publicadas sus creaciones. Otro aspecto a tener en cuenta es el de haber provocado un efecto aglutinante ya que ha permitido que muchos creadores nos conociéramos en persona y no sólo en el papel.
Varias generaciones hemos escrito, hemos creado, alumbrados por el estimulante fanal del Consejo Social. Y debo mencionar a Manuel Arce, el creador e impulsor de este concurso.
Recuerdo que hace 10 años acudí al Consejo Social para recoger las copias de un poemario mío que había quedado finalista. Aquel día parecía no haber nadie por allí pero no tardó en aparecer un hombre trajeado y cordial que me invito a pasar a su despacho. Entonces le dije que quería recoger una obra no premiada. Me la entregó y con gran cercanía me habló muy positivamente de ella; charlando con él pude comprobar que vivía la poesía y que no estaba ante el típico burócrata de la literatura. Me animó a seguir escribiendo y a presentarme a futuras convocatorias. Poco después supe que se trataba de Manuel Arce, al que no conocía en persona pero del que sí conocía algunas de sus novelas y parte de su obra poética, además de poseer algunos números de la revista poética que creó, La isla de los ratones y otros libros publicados bajo su sello.El mundo de la literatura necesita, sin duda, personas como él. Concursos como el que creó, por ejemplo, son esenciales, sobretodo en una universidad como la nuestra, que adolece de falta de estudios de filología reglados. Esperemos que el Consejo Social, pues, siga aportándonos nuevas voces.
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