miércoles, 15 de abril de 2009

COLUMNA 45

COLUMNA
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Hoy martes 28 de Abril de 2009 me publican en "El Mundo Cantabria" esta columna. El tema es el de los rayones de los coche, tan desagradables para algunos.
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Ahí se quedan
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Tengo un amigo que lleva tres días sin pegar ojo. Me explico. Resulta que este amigo mío, llamémosle Juan, se compró hace unos días un coche nuevo, caro y radiante. Pues el segundo día que se subió en él le hicieron un rayón en la puerta delantera derecha, bastante largo y profundo. No me explicó cómo se produjo. El caso es que el seguro no le cubría ese tipo de incidentes y al parecer no dispone de dinero para reparar la carrocería.
Juan me estuvo explicando que cuando le hacen un rayón en el coche es como si le rajaran en las entrañas, como si le apuñalaran en lo más recóndito del alma (palabras textuales) Sinceramente, nunca entenderé que eso pueda ser motivo de afección. Es más, a mí me sucede más bien lo contrario. Si veis mi coche -que compré también nuevo hace poco más de un año- lo veréis lleno de cicatrices que lejos de querer eliminar suponen el testimonio de algo. Pude haberlas reparado pero me negué; no por ahorrar sino porque al producirse en momentos personales emblemáticos y singulares pues significan mucho para mí.
Los rayones del coche son una cosa histórica que uno debe cuidar y observar, lleno de melancolía y añoranza. Es normal que con tanto ajetreo físico -y metafísico- la vida se envuelva en el remolino imprevisto de los rayones. Es hermoso que la delicadeza humana, torpe y tierna, se vea realizada al fin en un rayón del coche, que tantas huellas del vivir se vayan almacenando, a modo de diario íntimo y descarnado, en la carrocería de un utilitario que tarde o temprano acabará en la chatarrería, al igual que el cuerpo de uno.
Si echo un vistazo a mi coche es como si releyera mi pasado reciente, intenso y temerario. Podría enumerar sus golpes de memoria, uno a uno; qué hacía en ese momento, con quién me hallaba. Somos lo que recordamos o lo que nos recuerdan los rayones de nuestro coche. Poco más. La carrocería del coche es nuestro atuendo conceptual, nuestra verdadera ropa interior que va manchándose de lo que fuimos.
No quiero que se interrumpa esta agradable sinfonía de rayones. A mi amigo Juan, intuyo, le quedan aún varias noches de insomnio. Es muy aprensivo. Para él la carrocería de su coche debe ser una armadura intocable que nos proteja del mundo, aislándonos y aislándose. Para mí todas esas cicatrices son los versos de un gran poema que me recuerda constantemente que he vivido.
Por mi parte, ahí se quedan.

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