sábado, 18 de octubre de 2008

COLUMNA 28

COLUMNA 28
d
No sé si habéis ido de marcha estos últimos fines de semana por la Plaza de Cañadío. De ser así, habréis visto que la nueva normativa del Ayuntamiento permite beber solamente en la mitad de la plaza; la que va desde las farolas hasta los bares. El motivo es para no molestar a los vecinos, algo absurdo ya que el hecho de desplazar unos escasos metros el lugar en el que se congrega la gente no afecta a la intensidad del sonido que llega a las ventanas de las viviendas, creo. El caso es que hice esta columna al respecto:
_
_
Líneas
s
Líneas de separación, todo está lleno de líneas de separación: los bancos, los supermercados, los museos y los mapas del mundo. Algunas son necesarias e infranqueables, otras innecesarias y absurdamente impuestas desde arriba y las hay sencillamente llamativas, que están ahí, sin más.
Este verano pude verlas en la playa de Liencres; habían clavado dos banderas en la orilla del mar, separadas entre sí por unos 50 metros. Intuí que delimitaban algo. Me llamó la atención el hecho de que todos los bañistas se concentraran en una zona concreta, como un rebaño. Sorprendía contemplar por un lado la inmensidad del mar y por otro a todos aquellos bañistas congregados en un espacio tan reducido. Lo entendí cuando, al adentrarme en el mar, escuché unos pitidos que iban creciendo en intensidad. Miré hacia la orilla: un socorrista soplaba un silbato ensordecedor y me señalaba. Hacía gestos. Me estaba ordenando que me dirigiera hacia la zona en la que se concentraba la gente. Entonces lo comprendí: los bañistas sólo podían nadar entre las líneas que demarcaban aquellas banderas. Eran líneas imaginarias en medio del mar, de la inmensidad del mar.
El sábado pasado vi más líneas imaginarias; era de noche y me encontraba con varios amigos tomando unas copas en la Plaza de Cañadío. Habíamos salido a la calle para beberlas. No tardaron en venir hacia nosotros tres policías. Nos dijeron, amablemente, que sólo estaba permitido beber en las cercanías de las terrazas de los bares; señalaron una línea imaginaria, que coincidía justamente con los baldosines bermejos que resaltaban de los blancos. Nos dijeron: “De acá para allá –señalando hacia los bares- se puede beber, y de acá para allá –señalando en sentido contrario- no se puede” La situación era aberrantemente cómica; la plaza estaba dividida en dos zonas bien diferenciadas: una totalmente vacía y otra llena de gente que se acumulaba desde las puertas de los bares hasta esa línea-pared imaginaria, contra la que algunos se aplastaban como mimos. En ninguna otra ciudad del mundo he visto algo así. Lo juro. Uno de mis amigos le dijo a uno de los policías: “Pero en verano, cuando vienen los turistas, sí que se puede beber en toda la plaza….” Hubo unos instantes de silencio. ”Es que la ley no es igual para todos” le respondió muy seriamente, el policía.
Son sólo eso: líneas de separación, imaginarias y absurdas, que llaman la atención
.

1 comentario:

uminuscula dijo...

grande!
hola, llevo varios dias fuera de la red, el martes te escribo largamente

gracias