jueves, 28 de agosto de 2008

COLUMNA 21

COLUMNA
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Hoy sale esta. Va sobre... bueno, leedla.
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Por fin vida
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Últimamente sólo leo aquello que me maravilla. Este año empecé a leer muchos libros y en la mayoría de los casos no pasé de la página 10. Leer algo que no me maravilla me causa dolor. Es como arrastrar los ojos por un suelo lleno de clavos, como cargar con sacos llenos de escombros.
Actualmente indago, busco y suelo estar al tanto de las novedades editoriales. Y hace tiempo que no encuentro nada interesante. Se publican muchos libros, eso sí, pero ninguno de los que leo me llega a las entrañas. Siempre me veo obligado a releer viejos libros o a recurrir a autores clásicos. Sobre todo en poesía. En la poesía actual española –la que se edita en papel- la mayoría de los poetas parecen estar más preocupados por la inmortalidad literaria -sea lo que esto sea- que otra cosa. Más que pasar a la historia parecieran conformarse con pasar a los libros de texto, y a veces ni eso. Porque tal vez la inmortalidad del escritor sea ya eso: ser incluido en los contenidos mínimos de asignaturas como Lengua y literatura española, es decir: aparecer en el BOE.
Lo que quizá ignoren es que, si en los institutos el siglo XX apenas se da, el XXI ni se menciona. Claro que poco les importa que se les estudie o no; quieren aparecer en el papel y punto. Me los imagino escribiendo sus poemas, cartas y dedicatorias con un ojo en el papel y el otro puesto en el qué dirán, en la estatua que –creen- les van a dedicar o en la calle que llevará su nombre.
Leo a Charles Bukowski. Un poema maravilloso. En él describe lo mucho que le aburren unos poemas incluidos en una prestigiosa revista literaria. Al rato le sorprende el zumbido de una mosca que ha entrado por la ventana de su dormitorio. Ésta se posa en su mano. Él entonces musita: “Por fin vida”
Yo, al igual que Buk, creo en la poesía. Es más, creo que el mundo subsiste por la poesía. Y más concretamente por esa poesía alejada del mundo editorial y los concursos literarios: la que brota aquí y allí; en el chico que escribe en un papelito mientras espera el autobús o en la anécdota personal más cotidiana.
Por fortuna el otro día cayó en mis ojos un gran poema que arrancaba así: “Primero viene la nube/Luego la nube negra” Su lectura me llenó de esperanza y entusiasmo. Lo encontré en una revista escolar del IES Peñacastillo. Su autora se llama Irene T. y es alumna de 1º de ESO. Tendrá unos 12 años.
Me lo dije a mí mismo, en voz baja: por fin vida.

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