viernes, 16 de julio de 2010

COLUMNA 79

COLUMNA
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Hace unos días me publicaron esta columna en El Mundo Cantabria.
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La espantá
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«Me faltaron huevos» afirmó, poco después de haber salido pitando en plena faena en la Plaza México, saltando de un brinco la barrera. Se trata del torero mexicano Cristian Hernández y su hazaña es ya uno de los videos más vistos en youtube. Y es que al diestro no se le ha ocurrido mejor modo de cortarse la coleta que improvisando una inesperada espantada.
Por supuesto que un matador debe estar hecho de valor pero en verdad creo que esta acción –poética y simbólica- encierra aún más valentía, si cabe. Se necesita mucho valor para salir corriendo y declarar después que le «faltaron huevos». Sobre todo teniendo en cuenta las burlas que se le echarían encima por parte de medio mundo. Incluso las amenazas. De hecho a la salida del recinto los aficionados más exaltados zarandearon su vehículo y le arrojaron botellas entre insultos y provocaciones.
Sí, ciertamente para ponerse delante de un morlaco se necesita mucho valor pero para hacer lo que Cristian ha hecho, también. Ese momento de torera inspiración es la transgresión definitiva de la hombría. Sólo él ha conseguido superar el coraje del torero, reinventarlo e invertirlo para mostrar su reverso cómico y chistoso. Él es ya el anti-torero al que muchos otros deberían imitar. Creo que ante profesionales así podría incluso aficionarme a los toros.
Sé que los puristas de la tauromaquia no coincidirán conmigo pero en mi opinión tal acción adquiere pleno sentido taurino. No ha ofrecido bernardinas vistosas, ni soberbios muletazos, ni excelentes estocadas, ni suertes supremas sino que nos ha dejado boquiabiertos con una majestuosa y enérgica espantá.
Hace unas semanas que en Las Ventas se vivió la situación inversa cuando un toro saltó la barrera, arremetiendo contra todo lo que se encontraba, dando un susto de muerte a los que ocupaban los burladeros del callejón, entre ellos el ex alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano. La espantada del toro tiene menos de transgresión y más de frenética y comprensible rebeldía, lo sé, pero me quedo con la espantada del hombre.
Aprendemos, en fin, que el torero que sale a la espantá también es una metáfora inversa del valor; que puede contener todas las formas posibles de la valentía y a la vez reunir en sí diversas especies de cobardía. Y lo más sorprendente es que puede pasar de unas a otras sin perder, como Cristian, su apariencia de torero.
Pues olé por su aparente falta de huevos
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