jueves, 4 de septiembre de 2008

COLUMA 22

COLUMNA
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Hoy me publican una columna, que trata sobre lo "maravilloso" que son los parques y plazas de granito que hace el Ayuntamiento de Santander. Pero la página de hoy tiene especial significación para mí; en ella se incluye -ha sido pura casualidad, una casualidad maravillosa- un artículo sobre uno de los poetas cántabros más fundamentales: Enrique Ferrer. Para mí, todo un honor.
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La página es esta:
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Gran(h)ito
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El diseño de la nueva Plaza del Ayuntamiento presentado la semana pasada por el equipo de gobierno me ha maravillado. En Santander, materiales como el hormigón y el granito ya han pasado a formar parte de nuestras vidas porque dialogan con nosotros a diario.
Vivo en una ciudad cuyo lenguaje es del granito y en la que aún quedan peligrosas zonas verdes. Por fortuna nos dirigimos a la pavimentación total. La Plaza Porticada, Puerto Chico o el Parque de las Llamas son sólo una pequeña muestra de las ventajas del granito. Pronto Santander se convertirá en una siesta granítica sobre la que puedan pasear sin peligro las señoras de tacones finos y delicados, y rodar felizmente los vulnerables carritos de bebé.
Los prados poseen una plenitud natural y milenaria ya agotada; si el prado es arriesgado y accidental el granito es técnico y aséptico. Además, hace más confortable nuestro aburrimiento.
Felicito al Ayuntamiento por depositar sobre nuestra bella ciudad tanta losa. En los prados hay demasiado bicho. Pues hormigonemos, coño. Tras tanto haber defendido los espacios verdes doy gracias al Ayuntamiento por hacerme entender lo equivocado que estaba. Reconozcámoslo, amamos los prados pero aún más allá amamos la dureza metafísica y epistemológica del granito. En una sola losa de granito cabe más inmortalidad que en mil prados; me da más certezas, me aporta una verdad más dura y duradera.
Paseo sobre granito y siento cómo crece dentro de mí, me perfuma hasta lo más recóndito. Me huelo ya a granito. El granito se ha convertido ya en mi esencia y me llena todo; me embalsama, extasía y robustece. El granito que piso endurece ya todos los rincones de mi ser.
Vivo en una ciudad que afortunadamente se desverdiza, porque vivir rodeado de prados sería espantoso. Terminemos entonces con la poca hierba, artificial o no, que le queda a Santander. Pavimentémoslo todo: las playas de El Sardinero, La Magdalena, Mataleñas y La Maruca. No dejo de pensar en las señoras de tobillo delicado que anhelan pasear cerca del mar, sobre finos tacones…
Mientras leo las noticias relacionadas con la nueva Plaza del Ayuntamiento mi pensamiento se llena de un granito intelectual que le rebasa. Quiero disolverme, no en prados ni praderas sino en vastas y duras lápidas graníticas.
Lo que quiere el ser humano de hoy, sobre todo, es granito. Mil gracias a mi queridísimo Ayuntamiento por hacérmelo entender.
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ENRIQUE FERRER
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Hace poco -lo indiqué en un post de hace varios meses- adquirí dos de sus libros, en la librería Roales de Santander. También tengo algún ejemplar de Cuévano y de El Puntal en los que aparecen poemas suyos. Su poesía es, además de original, arriesgada; se aprecian influencias claras de los surrealistas, de los beat y de los novísimos. Digamos que se trata de poesía desconcertante para aquel familiarizado tan sólo con la poesía de tipo coloquial-realista que tanto de moda ha estado en años anteriores. Algo que reconocieron sus propios contemporáneos; algunos de ellos afirman que lo que escribía Ferrer a todos les despistaba, les zarandeaba.
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Es una pena que un poeta como él, de ese nivel, viva actualmente en la calle y haya sido tan olvidado y tan ninguneado por muchos de los responsables culturales de nuestra ciudad. El otro día me comentaba Rafa Perez Llano que era urgente editar una antología de su obra. Y estoy totalmente de acuerdo.
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Enhorabuena a El Mundo -concretamente a Silvia Ezcurdia- por este artículo tan necesario y tan auténtico, ya que demuestra el verdadero interés de la periodista en rescatar a poetas verdaderamente interesantes y no a "otros" que aparecen en los medios a cambio de otros favores, o dando puñaladas a los demás. A todos estos les estoy preparando una columna blanca que aparecerá aquí próximamente.
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Un abrazo, grande, Enrique.
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