martes, 20 de marzo de 2012

PELÍCULA

EL AÑO PASADO EN MARIENBAD
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Una joya. Eso opino de esta película; una tentación, un desencuentro, una traición, una aventura, un reencuentro quizá, un juego matemático y otro juego de seducción, solapado, el deseo no correspondido, la imaginación como arma frente al drama de amor... la película se abre a numerosas interpretaciones. En ocasiones roza lo surrealista, lo irracional, pero siguiendo una senda clara.
Él la reconoce, ella dice que la confunde con otra. Se citan a las doce. Ella le pide tiempo: una hora, un año... qué mas da. Su marido se entera y la asesina de un disparo, pero al intruso no le gusta ese final. Aunque el marido siempre gane, en ese juego para dos participantes de ir eliminando 16 elementos dispuestos en 4 filas impares de siete, cinco, tres y uno, y en el que cada jugador puede quitar tantas piezas como quiera, pero sólo de una fila cada vez, y en el cual pierde el jugador que retire la última unidad. De modo que el pretendiente reescribe la historia, huyendo con ella, adentrándose en la oscuridad del jardín. Pero también la confusión de la memoria, la indecisión amorosa, la fuerza del deseo, la flexibilidad del tiempo (el tiempo del sueño y del deseo) y una estatua que perpetua el instante del encuentro.
No entiendo el por qué de tanta crítica negativa. A mí personalmente me ha hipnotizado no sólo por su belleza sino también por su coherencia, porque hay una historia, una trama (precisamente la que el espectador elige, tal vez sin pretenderlo). Al margen de sus múltiples sentidos es imposible no dejarse cautivar por las imágenes, por la voz en off, por la música y los decorados, por el ritmo del montaje... sobre todo por la ruptura con la narrativa tradicional.
Su guionista Alain Robbe-Grillet, dada la difícil relación que mantuvo con el productor, afirmó que la película trata en realidad sobre un escritor que quiere persuadir a un director para hacer un film de vanguardia, un film que por cierto permaneció inédita durante seis meses. Antes de estrenarse se realizaron algunas exhibiciones privadas; André Breton fue uno de los que asistieron a estas proyecciones previas. Me hubiera gustado saber qué opinaba Breton de esta obra maestra.
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