lunes, 8 de diciembre de 2008

COLUMNA 32

COLUMNA 32
ñ
Hace dos semanas que me publicaron en "El Mundo Hoy en Cantabria" esta columna. Fue un sábado. Si alguien compró el periódico y lo conserva me gustaría tener una copia.
ñ
Soplar
ñ
Siempre me he preguntado qué es eso de entrar en la madurez, cuándo se llega a eso que llaman madurez, vamos. Claro que habría que tener claro que se entiende por madurez. ¿Hablamos de madurez interior? ¿Madurez hormonal? ¿Espiritual? ¿A qué nos referimos con eso de ser ya maduro o ser aún un inmaduro? Tengo 31 años y creo que, en mi caso, ese momento ya ha llegado. El de la madurez quiero decir. Y me he dado cuenta de la forma más simple y desalentadora. Me explico.
El otro día conducía por la autovía cuando me paró la guardia civil. Se trataba de un control rutinario de alcoholemia, algo razonable ya que mi coche puede pasar por el de un veinteañero que regresa de la discoteca. Cuando llegó mi turno bajé la ventanilla, el agente me miró fijamente, echó un vistazo al interior de mi coche y me dijo con un sutil movimiento de cabeza y cierto desdén: “Sigue”. Me indigné. ¿Cómo que “sigue”? ¿A qué viene eso? ¿Es que ya no puedo ser sospechoso de divertirme arriesgándome a conducir con una copa de más? ¿Sólo pueden serlo los veinteañeros? ¿Es que los agentes ya no ven en mí al joven malvado que podría ser aún?
El caso es que tras subir la ventanilla y arrancar el coche, me dije: “Ya está, ya he entrado en la madurez, ¡hala!” y seguí mi camino, agónico, mustio y compungido. Al margen de si aquella noche bebí o no más de lo permitido -eso es cosa mía- debo reconocer que afloró en mí algo así como un malestar de tipo existencial. A pesar de que pueda parecer un hecho insignificante no dejé de darle vueltas a lo sucedido durante días.
A nadie le gusta que le hagan controles pero el que te hagan soplar o te registren, de alguna forma, te insufla ánimos quijotescos, te hace sentir más joven y canalla. Y si por el contrario te dejan ir sin más es como si pasaras a ser ya otra cosa. Cuento esta anécdota porque creo que muchos hombres podríamos resumir así nuestro paso a la madurez. Es curioso, uno se pasa la vida evitando controles de alcoholemia hasta que llega el momento en que desea que se los hagan.
Decía Francisco Umbral que “Toda juventud necesita una épica”. Eso que llaman madurez tal vez llega cuando nos arrebatan toda épica posible, todo proyecto de vida trepidante y violenta. O tal vez cuando perdemos el derecho a ser aparentemente irresponsables.
De todos modos si algún agente de tráfico lee esto y me reconoce en un control, por favor, hágame soplar. Se lo suplico.

No hay comentarios: