viernes, 17 de enero de 2014

ARTÍCULO
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Hoy El Diario Montañés dedica una página entera al nuevo poemario de Alberto Muñoz titulado "Pastor a la intemperie", un libro que no tiene desperdicio alguno. Abajo, aparece un breve artículo mío. Este es.

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Pura intemperie.
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“Pastor a la intemperie” es uno de esos poemarios que me gusta releer una y otra vez. Es un soplo de frescura, un oasis inesperado, un laboratorio verbal insólito en el panorama poético actual. Funciona además a modo de antídoto contra el imperio de lo convencional, así como contra la -tan difundida y premiada aún por el poder literario- poesía coloquial-realista y sus múltiples mutaciones.
Yo sé lo que me aproxima a la poesía de Alberto Muñoz: es ante todo un acto de intervención radical en el lenguaje que cuestiona permanentemente sus funciones de representación y comunicación. En “Pastor a la intemperie” las palabras son sometidas a un operativo poético implacable: rupturas, permutaciones y asociaciones inesperadas; nada más abrir el libro descubrimos, a la izquierda, un poema ensamblado con recortes de periódico. A la derecha, el mismo poema aparece mecanografiado con ligeras modificaciones; versos que han cambiado de lugar, palabras que han sido sustituidas por otras y nuevos signos de puntuación. Presenciamos no sólo el resultado sino parte del proceso. Es una experiencia de lectura fascinante pues como bien afirmó Francisco Taboada el pasado 20 de diciembre en su soberbia presentación del libro: “al poder escoger entre varios momentos del mismo poema, en un tiempo flexible, multiplicamos las posibilidades de acceder al significado”.
Son un total de 52 poemas llenos de humor, onirismo, extrañeza y reflexión. La verdad que sorprende que hayan sido creados mediante la unión azarosa de frases dispersas. Sin embargo, el producto final no juega a ser enigmático sino que lanza un mensaje concreto, claro y luminoso, aunque lleno de vértices y resquicios en los que brota siempre la magia del lenguaje y la persuasión.
Al lector, en cada relectura, no le quedará más remedio que ejercer su libertad; cada poema parecerá reescribírsele ante sus ojos, en una grata prestidigitación de la sintaxis. He aquí el juego libre, la ruptura de los códigos de autoridad lingüística, el habla arrojada a las intemperies despiadadas del irracionalismo y el inconsciente. El azar frente a lo sistemático. El arrebato lírico frente al lenguaje considerado como residuo o mera servidumbre.

Vicente Gutiérrez
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