miércoles, 15 de diciembre de 2010

COLUMNA 85

COLUMNA
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Hoy, me publican en "El Mundo Cantabria" esta columna.
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Redes sociales
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Me gustan los recuerdos de la niñez porque no quedaron registrados en ninguna red social, en ningún correo electrónico, en ninguno de los miles de servidores que actualmente atesoran millones de datos personales. Y me tranquiliza el hecho de saber que ninguna policía del mundo podrá acceder a ellos.
Hoy en día todo el mundo se adentra en una red social, cualquiera envía sin ningún recato cartas de amor, mensajes o fotografías personales a través de Internet. Y quizá porque con ello pretendemos estar más allá de nosotros mismos; siempre en otro lugar, en otro momento. Quizá para crear una suerte de historicidad personal que nos salve de la muerte.
El caso es que el pasado 27 de octubre un joven anunció por Twitter su muerte; el joven filmaba el entrenamiento de un equipo de fútbol en la Universidad de Notre Dame (Indiana) desde un elevador, situado a 15 metros de altura. El viento de casi 100 km/h lo zarandeaba con ferocidad. A las 3.22 de la tarde tuvo la sangre fría de registrar en su cuenta de Twitter el siguiente mensaje: “Las ráfagas de viento son de hasta 96 km/h, así que el trabajo va a ser divertido. Parece ser que he vivido lo suficiente” y a las 4.06 se podía leer: “Dios Santo, esto es aterrador” El elevador se vino abajo y poco después el joven falleció en el hospital.
¿A qué reducen nuestra vida esas redes sociales? Al reemplazar la verdadera vida, la red social arruina nuestras inmediateces. La vida deseada es sustituida por una vida que se halla situada en un lejano servidor al otro lado del planeta, encerrada en una caja ignífuga, en un espacio virtual que tiene más de tumba que de álbum de fotos hogareño.
Más allá de la pantalla del ordenador está el servidor que almacena las aguas ilusorias de lo que queremos ser, de los amigos que queremos tener; más allá de la pantalla está la tumba virtual de nuestra vida sobre la que morimos poco a poco, anunciándolo.
Ya no sabemos si Facebook es el mero reflejo de nuestra vida o si es nuestra claudicante vida la que va a rebufo de todo ese conglomerado de fotografías y conversaciones que van apareciendo en foros, blogs y páginas personales.
Es el espectáculo de las redes sociales que se abren y se cierran en el vacío. Es el aterrador reflejo virtual de nuestra vida. La red ha iniciado su gran limpieza; la limpieza, para mejor dominación, de nuestras doblegadas y débiles subjetividades.
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Vicente Gutiérrez

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