COLUMNA
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La semana pasada me publicaron en "El Mundo Hoy en Cantabria" esta columna. Trata sobre un concepto esencial de hoy en día: lo cutre. Tiene mucho que ver con el célebre "Ensayo sobre lo cursi" de mi admirado Ramón Gómez de la Serna.
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La semana pasada me publicaron en "El Mundo Hoy en Cantabria" esta columna. Trata sobre un concepto esencial de hoy en día: lo cutre. Tiene mucho que ver con el célebre "Ensayo sobre lo cursi" de mi admirado Ramón Gómez de la Serna.
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Lo cutre
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El otro día me dio por releer el célebre “Ensayo sobre lo cursi” de mi admirado Ramón Gómez de la Serna. Minutos después me propuse emularlo, tratando de realizar un “Ensayo sobre lo cutre” He aquí algunos breves apuntes, más o menos cutres.
Lo primero que debo decir es que las cosas llaman más la atención cuando son cutres. La “cutrez” determina sin duda una frontera entre nosotros y lo demás. Y creo que cuando nos alejamos de lo cutre damos la espalda a todo lo que nuestra vida tiene de visceral. Lo cutre, a diferencia de lo cursi, no disfraza lo que es. Nos aproxima más a lo que somos. Aceptar lo cutre es aceptar nuestra más fría inmediatez.
Para entender el mundo uno debe comprender lo cutre. En la “cutrez” está el sentido de cada época. Las vanguardias artísticas innovaron mediante objetos, canciones y prendas de vestir cutres, pero con el tiempo todo ese material rupturista fue elegantizándose más y más hasta pasar a formar parte de la moda, de lo comercial. Son cutres los berridos y los escupitajos que lanzaba GG Allin a su público y son cursis las greñas aparentemente desgobernadas de Keith Richards; son cutres las pintadas que se ven en las puertas de los servicios, con sus faltas de ortografía rebosantes de autenticidad, y es cursi cualquier obra de arte museística, por muy transgresora que se autoproclame.
El gran error del arte reside precisamente en haber huido de lo cutre. También es el gran error de la política, tan cursi y adornada. He oído decir a mucha gente que la televisión de hoy en día es cutre. Se equivocan: es cursi, grotescamente cursi. La tele se engalana, se reinventa en el autoplagio, se superpone a sí misma. Es repetitiva pero elegante, es aberrante pero ostentosa. En ella no hay espontaneidad. Encierra sin duda una cursilería miserable que nos aturde e insensibiliza.
Lo cutre, en cambio, esencializa el vivir. Es ante todo autenticidad pero eso a nadie le interesa; se vive en la y de la apariencia. Por eso huimos de lo cutre, porque nos enfrenta a nuestra más grotesca e incomoda verdad. Tal vez en lo cutre resida desde siempre el sentido de la humanidad; su naturaleza más orgánica, genuina y veraz.
Espero haber escrito al menos una columna esencialmente cutre. Aunque lo que mejor explica su significado lo hallé escrito sobre una de las fachadas de la extinta casa okupa de Valdenoja. Se leía: “LO CUTRE ES BELLO”
Eso lo resume todo.
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El otro día me dio por releer el célebre “Ensayo sobre lo cursi” de mi admirado Ramón Gómez de la Serna. Minutos después me propuse emularlo, tratando de realizar un “Ensayo sobre lo cutre” He aquí algunos breves apuntes, más o menos cutres.
Lo primero que debo decir es que las cosas llaman más la atención cuando son cutres. La “cutrez” determina sin duda una frontera entre nosotros y lo demás. Y creo que cuando nos alejamos de lo cutre damos la espalda a todo lo que nuestra vida tiene de visceral. Lo cutre, a diferencia de lo cursi, no disfraza lo que es. Nos aproxima más a lo que somos. Aceptar lo cutre es aceptar nuestra más fría inmediatez.
Para entender el mundo uno debe comprender lo cutre. En la “cutrez” está el sentido de cada época. Las vanguardias artísticas innovaron mediante objetos, canciones y prendas de vestir cutres, pero con el tiempo todo ese material rupturista fue elegantizándose más y más hasta pasar a formar parte de la moda, de lo comercial. Son cutres los berridos y los escupitajos que lanzaba GG Allin a su público y son cursis las greñas aparentemente desgobernadas de Keith Richards; son cutres las pintadas que se ven en las puertas de los servicios, con sus faltas de ortografía rebosantes de autenticidad, y es cursi cualquier obra de arte museística, por muy transgresora que se autoproclame.
El gran error del arte reside precisamente en haber huido de lo cutre. También es el gran error de la política, tan cursi y adornada. He oído decir a mucha gente que la televisión de hoy en día es cutre. Se equivocan: es cursi, grotescamente cursi. La tele se engalana, se reinventa en el autoplagio, se superpone a sí misma. Es repetitiva pero elegante, es aberrante pero ostentosa. En ella no hay espontaneidad. Encierra sin duda una cursilería miserable que nos aturde e insensibiliza.
Lo cutre, en cambio, esencializa el vivir. Es ante todo autenticidad pero eso a nadie le interesa; se vive en la y de la apariencia. Por eso huimos de lo cutre, porque nos enfrenta a nuestra más grotesca e incomoda verdad. Tal vez en lo cutre resida desde siempre el sentido de la humanidad; su naturaleza más orgánica, genuina y veraz.
Espero haber escrito al menos una columna esencialmente cutre. Aunque lo que mejor explica su significado lo hallé escrito sobre una de las fachadas de la extinta casa okupa de Valdenoja. Se leía: “LO CUTRE ES BELLO”
Eso lo resume todo.
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