miércoles, 29 de abril de 2009

PUBLICACIÓN

FLAMAN
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Hoy se presenta el nuevo número del fanzine de humor desaprensivo FLAMAN. En este acto de presentación puede que -dependera de su delicado estado de ánimo- aparezca "El hombre nada" y recite unos cuantos poemas fonético-absurdos. Pero puede que no.
Enhorabuena, Dani.
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miércoles, 15 de abril de 2009

COLUMNA 45

COLUMNA
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Hoy martes 28 de Abril de 2009 me publican en "El Mundo Cantabria" esta columna. El tema es el de los rayones de los coche, tan desagradables para algunos.
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Ahí se quedan
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Tengo un amigo que lleva tres días sin pegar ojo. Me explico. Resulta que este amigo mío, llamémosle Juan, se compró hace unos días un coche nuevo, caro y radiante. Pues el segundo día que se subió en él le hicieron un rayón en la puerta delantera derecha, bastante largo y profundo. No me explicó cómo se produjo. El caso es que el seguro no le cubría ese tipo de incidentes y al parecer no dispone de dinero para reparar la carrocería.
Juan me estuvo explicando que cuando le hacen un rayón en el coche es como si le rajaran en las entrañas, como si le apuñalaran en lo más recóndito del alma (palabras textuales) Sinceramente, nunca entenderé que eso pueda ser motivo de afección. Es más, a mí me sucede más bien lo contrario. Si veis mi coche -que compré también nuevo hace poco más de un año- lo veréis lleno de cicatrices que lejos de querer eliminar suponen el testimonio de algo. Pude haberlas reparado pero me negué; no por ahorrar sino porque al producirse en momentos personales emblemáticos y singulares pues significan mucho para mí.
Los rayones del coche son una cosa histórica que uno debe cuidar y observar, lleno de melancolía y añoranza. Es normal que con tanto ajetreo físico -y metafísico- la vida se envuelva en el remolino imprevisto de los rayones. Es hermoso que la delicadeza humana, torpe y tierna, se vea realizada al fin en un rayón del coche, que tantas huellas del vivir se vayan almacenando, a modo de diario íntimo y descarnado, en la carrocería de un utilitario que tarde o temprano acabará en la chatarrería, al igual que el cuerpo de uno.
Si echo un vistazo a mi coche es como si releyera mi pasado reciente, intenso y temerario. Podría enumerar sus golpes de memoria, uno a uno; qué hacía en ese momento, con quién me hallaba. Somos lo que recordamos o lo que nos recuerdan los rayones de nuestro coche. Poco más. La carrocería del coche es nuestro atuendo conceptual, nuestra verdadera ropa interior que va manchándose de lo que fuimos.
No quiero que se interrumpa esta agradable sinfonía de rayones. A mi amigo Juan, intuyo, le quedan aún varias noches de insomnio. Es muy aprensivo. Para él la carrocería de su coche debe ser una armadura intocable que nos proteja del mundo, aislándonos y aislándose. Para mí todas esas cicatrices son los versos de un gran poema que me recuerda constantemente que he vivido.
Por mi parte, ahí se quedan.

EXPOSICIÓN COLECTIVA

1º EXPOSICIÓN COLECTIVA "MARÍA BLANCHARD"
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Mañana martes 21 de abril, a las 19h se inaugurará la 1ª Exposición Colectiva "María Blanchard" en el Centro de Adultos de Santander -centro en el que trabajo actualmente como profesor de matemáticas- de las obras plásticas que alumnos/as y profesores/as han ido creando y, que en esta ocasión, han querido darlas a conocer a toda la comunidad educativa del Centro. Mi aportación ha consistido, dado que ando enfrascado en la poesía visual, en dos collages inéditos. Sorprende la gran cantidad y diversidad de materiales; fotografías, oleos, acrílicos, collages...
Al margen de ser un proyecto en el que podremos apreciar las cualidades artísticas de nuestros compañeros y alumnos se trata también de romper la típica distancia que separa a alumnos y profesores, como lo hacen asiduamente el escenario y las butacas, la pizarra y el pupitre, el arte y la imaginación. Esta exposición también supone una grata convivencia entre estilos y técnicas diversos.
Os posteo aquí mismo la fotografía que sirve de tríptico informativo a la exposición y uno de los collages que expongo, el titulado "Ella en gran procesión", del 2008. La muestra se podrá visitar hasta el próximo 7 de mayo en la Calle Enrique Gran. Acudid.

COLUMNA 44

COLUMNA
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Ayer me publicaron en "El Mundo Cantabria" esto. Se trata de una columna en la que defiendo irónicamente a los envidiosos.
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La envidia
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Uno va comprobando con la edad, y con sorpresa, que todo sigue llenándose de envidiosos, hasta límites de infestación. Me da la sensación de que nos rodea más envidia que vida. La envidia puede ser buena o mala, es verdad; del envidioso sano al envidioso -llamémosle- perjudicial hay un abismo de tirria y malestar emocional. Pero la envidia está ahí, bajo miles de formas y admitida con total permisividad.
Sorprende que en nuestra sociedad, en la que de todo se hace un síndrome; el síndrome postvacacional, el síndrome de hiperactividad, el síndrome de las piernas inquietas… la envidia pase desapercibida como un mero rasgo de la personalidad. En los centros educativos, por ejemplo, se suele informar a los padres de cosas como: «su hijo padece el Síndrome de Asperger» o «Su hija es hiperactiva» pero nunca he escuchado a un orientador decir: «Lo lamento, su hijo padece el síndrome del jodido envidioso» ¿Por qué no inventar el Síndrome de la Envidia Perjudicial o SEP? Creo que de ese modo la envidia podría medicarse, tratarse e incluso ser controlada.
Pero la vida nos enseña que, por muchos motivos, debemos proteger a los envidiosos. Por un lado en una sociedad tan competitiva como la nuestra desempeñan una importante labor; impiden que las jerarquizadas estructuras de poder y explotación se vengan abajo. Por otro lado siempre gusta tratar con envidiosos porque uno, el envidiado, se siente importante a su lado.
Hace tiempo pensaba que a los envidiosos los adiestraban misteriosos hombres de corbata vestidos con trajes negros y gafas de sol en oscuras y recónditas cavernas. Pero no los inventan los poderosos. No forman parte de ninguna turbia confabulación intergaláctica. Están ahí, en apariencia desde siempre.
Si miro hacia atrás veo que en todas las épocas de mi vida siempre ha habido un envidioso a mi lado. Y aún hoy, ya digo, veo aparecer en mi vida, como hongos, puñados de envidiosos que refinan sus técnicas de ataque y camuflaje. Y tengo que decir que siempre me he sentido abrigado en sus manos, reconfortado en su admiración, purificado en su inquina.
El envidioso me sirve para envidiar lo que no tengo de envidioso. Porque sería tan fácil envidiar a un envidioso… No sé ya si el envidioso es una metáfora de la humanidad o la humanidad una metáfora de la envidia.
Defendamos pues a los envidiosos; de ellos depende la supervivencia de nuestra maravillosa sociedad.

viernes, 3 de abril de 2009

COLUMNA 43

COLUMNA 43
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Hoy me publican en "El Mundo Cantabria" esta columna que trata sobre el cierre de "Tú Televisión"
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Tú televisión
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Veo poco la tele. Cada vez con más frecuencia emigro, a través de Internet, a televisiones o radios online de todo el mundo. Las pocas veces que me siento delante de la televisión es para zapear y pasar el rato. Y me he dado cuenta de que los escasos programas en los que reparo son de cadenas locales, quizá porque las siento más próximas. Cuando uno echa un vistazo a los canales habituales y ve tanta basura, tanta farsa enlatada, siempre encuentra un refugio acogedor y hogareño en un humilde canal local; y no me refiero a canales de ámbito nacional camuflados como cadenas locales, ni tampoco a ese insufrible repertorio de teletimos, tan de moda hoy en día.
Hay épocas en que uno prefiere que le hablen de la baldosa suelta del parque por el que pasea, de un coche abandonado cerca de su calle o de las decisiones mundanas -o chanchullos mundanos- de su pequeño ayuntamiento a que le hablen de Belén Esteban, de Penélope Cruz o del cangrejo ermitaño.
Así que me inclino por los canales modestos. En ellos –emitan o no buenos programas, eso es lo de menos- encuentro una naturalidad doméstica, una artesanía audiovisual que me es afín.
Siempre he pensado que el nivel estupidizante de la programación de una cadena televisiva es directamente proporcional al presupuesto que se invierte en ella. No falla: a más dinero, más elitismo, más mamoneo, más bobería.
Y digo todo esto porque el otro día me enteré de que Tú televisión, una de las cadenas de Cantabria más vista, cierra. Es la segunda cadena cántabra que ha dejado de emitir en los últimos meses tras Localia TV. Unos lo achacan a la crisis económica. El propietario y director de Tú Televisión habla de la imposibilidad de cumplir las condiciones indicadas en el concurso de televisiones locales convocado por el Gobierno de Cantabria. Sea por el motivo que sea al ciudadano de a pie siempre nos perjudica que se cierre un medio de comunicación. Los políticos deberían evitar, y más en el contexto de los medios informativos, que el pez grande se coma al chico.
Me informa más acerca de Leicester el canal más rudimentario de allí, que lo que pueda decirme la BBC de todo el planeta. Sólo las televisiones locales han podido dar a la humanidad una idea más aproximada de lo que somos. Son fascinantes porque están llenas de inmediatez. Son una cosa casera. Nos habitan como un intruso torpe que adquiere, poco a poco, carácter de pariente.